15. Para que yo tenga una relación sana y de amistad con Jesús, necesitaré aumentar mi capacidad relacional.

 
 
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La capacidad relacional incluye no solo la cantidad de relaciones que tenemos, sino también la calidad de esas relaciones. ¿Cómo evaluarías tu capacidad relacional?

¿Qué deseas con respecto a tu capacidad relacional?

¿Cómo podría Jesús ayudarte con este deseo?

Nuestra capacidad física alcanza su pleno potencial y madurez en nuestros años veinte, y luego comienza a declinar. Nuestra capacidad relacional, por otro lado, crece y aumenta a lo largo de nuestra vida. De hecho, nuestra capacidad relacional apenas comienza a desarrollarse cuando nuestra capacidad física está al máximo. Esta fue una realización significativa para mí. Viví gran parte de mi vida adulta pensando que, desde que me había convertido físicamente en un adulto, también debo haberme desarrollado completamente en relación. Desde entonces he descubierto que esto no era cierto. La capacidad relacional, la capacidad de mantener relaciones profundas, íntimas, sanas, maduras y diferenciadas, de amar a los demás con un amor desinteresado, de desear a los demás y de estar con los demás, es algo que crece lentamente en nosotros. Nuestra capacidad relacional puede crecer si elegimos desarrollarla intencionalmente. A medida que nuestra capacidad relacional crece con los demás, también tenemos una mayor capacidad para mantener una relación de amistad con Dios.