5. Escuchar y hablar con Jesús puede ser más fácil y más personal que con Dios el Padre.

 
 
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(Antes de ver las preguntas a continuación, tómese unos minutos para pensar acerca de esta declaración. Invite a Jesús a que le hable sobre lo que Él desea que note.)

¿Has experimentado la afirmación anterior para ser verdad?


Cuando Jesús invitó a sus discípulos (y, por extensión, a nosotros) a "permanecer en mí", ¿qué quiso decir con permanecer (ver Juan 15: 4)? ¿Qué estaba describiendo Jesús? ¿Cómo afectaría la permanencia nuestras conversaciones con Dios?


Al final de su tiempo en la tierra, Jesús le dijo a sus discípulos que los consideraba sus amigos. ¿Qué tipo de conversación está disponible para nosotros con Jesús cuando Él es nuestro amigo?

Como seguidores de Jesús, sabemos que Dios, debido a su gran amor por nosotros, envió a su Hijo a nuestro mundo para que no pereciéramos, sino que recibiéramos la vida eterna. También sabemos que recibimos esta vida eterna a través de la muerte y resurrección de Jesús.


El propósito de Dios al enviar a su Hijo, Jesús, incluía mucho más que simplemente llevarnos al cielo. Como humano, como nosotros, Jesús es una persona con la que podemos relacionarnos. El tiene una cara Hay historias que nos ayudan a imaginar qué tipo de persona era. Su vida en la tierra, sus enseñanzas y las historias de y sobre sus seguidores nos dan una idea de quién era Él.


Estos nos ayudan a imaginar a Jesús como una persona, como el "rostro humano de Dios". Nos permiten verlo como alguien con quien podemos hablar, escuchar y desarrollar una relación. Jesús, entonces, es el regalo de Dios para nosotros, no solo para nuestra salvación, sino también para facilitar y proporcionar el camino para que podamos participar en una relación amorosa con Dios.


Me resulta más fácil comunicarme con Jesús porque Él es más como yo. Puede que esto no sea cierto para todos, pero creo que la humanidad de Jesús es un gran don para ayudarnos a aprender a escuchar a Dios Padre, a comunicarnos con Él ya participar en una relación creciente con Él.


No es que Jesús tome el lugar de Dios el Padre en nuestra relación; más bien, Jesús nos presenta al Padre y alienta nuestra relación con él.