19. Encuentro que el Espíritu de Dios a menudo habla al hacerme consciente de cosas sobre mí que necesitan curación.

 
 
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(Antes de ver las preguntas a continuación, tómese unos minutos para pensar acerca de esta declaración. Invite a Jesús a que le hable sobre lo que Él desea que note.)


¿Cuál es tu respuesta cuando el Espíritu te muestra algo acerca de ti mismo? ¿Lo invitas a decir más? ¿O lo desconectas, te resistes y lo callas?


Si tuvieras que sostener el hecho de que Dios ya te ha perdonado y que solo desea tu bien, ¿qué bien podría surgir al entablar una conversación con el Espíritu acerca de tu quebrantamiento interno?Nacimos rotos y enfermos, pero Jesús vino a sanar esas enfermedades y continúa sanando a través de su Espíritu. Con esto en mente, ¿cómo podría la curación el escuchar al Espíritu?


A medida que aprendemos a conocer la voz de Dios, una voz que no se limita a las palabras, otra forma posible de escuchar es a través del Espíritu que nos enseña acerca de Dios y de nosotros mismos. El Espíritu es el terapeuta del alma.


A medida que nuestra relación se profundiza con Jesús, a medida que nos volvemos más conscientes de su voz, y a medida que crecemos en humildad y apertura, el Espíritu comenzará a hacernos conscientes de nuestras faltas y nos guiará en un camino de curación. Este proceso no es una conversación corta con palabras, sino una conciencia larga y creciente, una visión de nosotros mismos y una comprensión de lo que Dios nos está invitando a cambiar.


Lo que siempre está presente en esta expresión de la voz de Dios, es que los "avistamientos" y los "conocimientos" tienen el tono de Dios: amable, gentil, claro y convincente, y lleno de amor. El Espíritu es amable y nunca nos mostrará algo que no estamos listos para ver. Él nos conoce mejor que nosotros mismos y sabe cuándo estamos listos para recibir ideas difíciles sobre nosotros mismos. Cuando Él vea que estamos listos, el Espíritu Santo nos revelará estas cosas, nos guiará a la verdad y proporcionará la fuerza y ​​el poder para la transformación.


Esta suave obra del Espíritu es diferente de un proceso de autodescubrimiento autodirigido que puede volverse desalentador, derrotado y oscuro. Ese es el trabajo del enemigo. La obra del Espíritu es siempre edificante, liberadora, esperanzadora y fructífera. El fruto de la salud emocional y espiritual, visto en una presencia creciente de paz, bondad, alegría, descanso, libertad, etc., es la evidencia de que el Espíritu está presente en nosotros y nos está comunicando.